Pasear por el Real Jardín Botánico no sólo es caminar entre árboles y todo tipo de especies vegetales. Este Real Jardín, que sobrevivió al violento huracán de 1886, a los años de abandono y más recientemente a las nieves de Filomena, es hoy más que nunca un pedazo viviente y latente de la historia de Madrid. En cualquier estación del año, pero sobre todo en otoño, nunca es tarde para descubrir el Real Jardín Botánico.
Fue el rey Fernando VI el que en 1755 mandó construir en Madrid, en la Huerta de Migas Calientes y a orillas del río Manzanares, el primer Real Jardín Botánico. Anteriormente, Felipe II ya había creado, con la ayuda del doctor Andrés Laguna, un primer jardín botánico junto al Palacio Real de Aranjuez.
El traslado del Real Jardín Botánico a su actual ubicación en el Paseo del Prado se debe a Carlos III, que en 1781 y dentro del programa de ordenación urbanística del eje Prado-Atocha decidió instalarlo junto al Real Gabinete de Historia Natural -el actual Museo del Prado- y el Real Observatorio Astronómico.
El Real Jardín Botánico se mueve
Aquel primer Real Jardín Botánico junto al río Manzanares contaba con más de 2.000 plantas, que pasaron al Paseo del Prado en calidad de mecenazgo de la Corona y bajo la protección del Conde de Floridablanca, primer ministro de Carlos III, y de su asesor científico Casimiro Gómez.
Aunque el Real Jardín Botánico sería realizado entre 1785 y 1789 por Juan de Villanueva, lo cierto es que los primeros proyectos fueron de Francesco Sabatini, responsable de su trazado sobre una superficie de 10 hectáreas, de la distribución en tres niveles atenazados y del cerramiento que linda con el Paseo del Prado y donde se ubica la Puerta Real.
Los dos niveles inferiores, Terraza de los Cuadros y Terraza de las Escuelas Botánicas, permanecen tal y como fueron construidos, mientras que la superior -Terraza del Plano de la Flor- fue remodelada en el siglo XIX.
Finalmente, el Real Jardín Botánico se cerró con una elegante verja de hierro asentada sobre piedra de granito y que cuenta con dos entradas: la Puerta Real y una segunda por la Plaza de Murillo.
El Real Jardín Botánico también contaba con estufas, semilleros e instalaciones para los enseres de mantenimiento y labor. Además, en la zona este se erigió un pabellón de invernáculos -Pabellón Villanueva-, que a partir del siglo XIX se utilizó como biblioteca, aulas, sala de exposiciones, etc.
Las expediciones científicas
Durante los siglos XVIII y XIX el Real Jardín Botánico participó en al menos cinco expediciones científicas a Colombia (dirigida por Juan Celestino Mutis), Perú, México, Pacífico y la dirigida por Alejandro Malaspina alrededor del mundo.
En esta época el Real Jardín Botánico recibió dibujos, semillas, frutos, maderas, plantas vivas y principalmente pliegos de herbario, que contribuyeron a acrecentar sus colecciones científicas y su biblioteca.
En 1857 se realizaron importantes reformas, como es el caso de la “estufa fría” y la remodelación de la terraza superior, y también en esta época en el Real Jardín Botánico se instaló un zoológico que en 1869 pasaría a ubicarse en los Jardines del Buen Retiro. La famosa “Casa de Fieras”.
En 1882 el Real Jardín Botánico perdió dos hectáreas, utilizadas en la construcción del Ministerio de Fomento (Ministerio de Agricultura) y en la construcción de la calle de Claudio Moyano, quedando su superficie reducida a sus actúales ocho hectáreas.
Finalmente, durante el ciclón de 1886 más de 560 árboles de gran valor resultaron derribados o seriamente dañados.

El Botánico del CSIC
En 1939 el Real Jardín Botánico pasó a depender del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En 1942 fue declarado Jardín Artístico y en 1947 Monumento Nacional.
A pesar de todos estos “nombramientos” el Real Jardín Botánico acabará sufriendo un gran estado de abandono del que saldrá en el bienio 1980-81 tras sufrir una importante actualización y puesta al día.
Terraza de los Cuadros
En la actualidad el Real Jardín Botánico cuenta con 5.000 especies vegetales y arbóreas, que aprovechando el desnivel del terreno se exponen al público en cuatro terrazas:
Es la terraza inferior y la que cuenta con mayor superfici. En ella se encuentran las colecciones de plantas ornamentales, medicinales, rosales antiguos, aromáticas y de huerta y frutales, dentro de los cuadros geométricos formados con setos de boj que rodean pequeñas fuentes (fontines) en el eje central de los cuadros. Al final del paseo central de esta primera terraza se encuentra la rocalla.
Terraza de las Escuelas Botánicas
Situadas alrededor de doce fuentes en esta terraza se muestra la colección taxonómica de plantas ordenadas por familias, lo que nos permite realizar un recorrido desde las plantas más primitivas a las más evolucionadas.
Terraza del Plano de la Flor
Construida en un estilo romántico esta terraza superior es la de menores dimensiones. Aquí se sitúa el Pabellón Villanueva (1781). Esta terraza está bordeada por un emparrado de hierro forjado (1786) y que sirve de apoyo a diversas variedades de vid.
En el flanco norte de esta terraza se sitúan el invernadero Graells, una estructura del siglo XIX que contiene plantas tropicales, acuáticas y briófitas. Junto a el se encuentra el llamado invernadero de Exhibición, dividido en tres ambientes en función de la humedad y temperatura de las plantas que crecen en su interior.
Terraza de los Laureles
Diseñada por el paisajista Fernando Caruncho esta terraza se añadió en la ampliación de 2005 y se encuentra situada en la parte trasera del Pabellón Villanueva. Aquí se encuentra la colección de bonsais del expresidente Felipe González.

Visitando el Real Jardín Botánico
Dónde: Plaza de Murillo, 2
Entradas: 2 euros (sólo jardín). 6 euros (incluye el Pabellón Villanueva y las distintas exposiciones y colecciones). 4 euros (reducida). 2,50 euros (mayores de 65 años)
Información: www.rjb.csic.es
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